Géneros y Formatos de Radio

Géneros y Formatos de Radio

10 octubre 2009

Radio MANUALES

Por José Ignacio López Vigil.

Nada nuevo hay bajo el sol, dice la Biblia. Y nada nuevo detrás del micrófono, añaden los veteranos radialistas, después de haber explorado todas las formas posibles de comunicarse a través de las ondas hertzianas. En poco menos de un siglo de radiodifusión, desde las primeras óperas hasta los últimos programas interactivos, se han experimentado todos los formatos habidos y por haber.
Casi todos. Porque la imaginación siempre vuela más lejos. En muchas ocasiones, la necesidad obliga a innovar. Por ejemplo, el 30 de septiembre de 1991 se dio el golpe de estado contra el presidente haitiano Jean Bertrand Aristide. Radio Enriquillo, emisora dominicana ubicada en la frontera sur, hacía llegar fácilmente su señal hasta Port-au-Prince, la capital de Haití. Ante la terrible situación que se estaba viviendo en el país hermano, la radio, que lleva el nombre de un cacique rebelde, comenzó a enviar mensajes en creole para alentar la resistencia popular. Cómplice del golpe, el gobierno dominicano prohibió terminantemente a Radio Enriquillo cualquier noticia, cualquier aviso leído en lengua haitiana.

—¿Y la música? —preguntó con picardía Pedro Ruquoy, el director de la radio.
—Pongan la música que les dé la gana —respondió impaciente el funcionario de Telecomunicaciones.

Como las canciones no estaban sancionadas, el departamento de prensa se convirtió en orquesta. Pedro decidió meter tambora y guitarra en la cabina master y comenzar a difundir los boletines de última hora a ritmo de merengue y salsa. Cuando había mucha información que pasar, cambiaban al rap. Se había estrenado un novedoso formato radiofónico: la noticia cantada.


En busca de una clasificación perdida

¿Es posible clasificar la producción radiofónica? Más aún, ¿es necesario hacerlo? En este terreno, como en tantos otros, cada maestro tiene su librito. Y todos pueden resultar válidos, en la medida en que sean útiles para dinamizar dicha producción. Porque no se trata de hacer un ejercicio taxonómico o de coleccionar definiciones, sino de mostrar un menú amplio y apetitoso, la gama más variada de formas, para estimular la creatividad de los radialistas.

En todo caso, dejamos abiertos los casilleros que vamos a proponer. Saque, meta, cambie, corrija a su antojo. O mejor, a su experiencia. Y cuando crea haber terminado su catálogo personal, comience de nuevo. Porque la radio es vida. Y la vida no se atrapa en un papel, no se diseca. Usted habrá comprobado, al releer manuales antiguos de producción radiofónica, que faltan muchas cosas. Enseguida notará los vacíos. En éste, no se dice nada del sociodrama, en aquél no se menciona la charla ilustrada ni las actuales técnicas del periodismo de intermediación.
Vamos al grano, como decía el pavo. ¿Qué sugieren estas dos palabras, género y formato? La primera tiene una raíz griega que significa generación, origen. Digamos que son las primeras distribuciones del material radiofónico, las características generales de un programa. La segunda viene del vocablo latino forma. Son las figuras, los contornos, las estructuras en las que se vierten los contenidos imprecisos. Todavía hablamos de la horma del zapato o del sombrero, donde se doblega el cuero o el fieltro.
Los géneros, entonces, son los modelos abstractos. Los formatos, los moldes concretos de realización. En realidad, casi todos los formatos podrían servir para casi todos los géneros.

El menú de la producción radiofónica

Abramos la carta. Para distribuir el menú, tomemos prestado el esquema ya mencionado, tan conocido como simplón, de emisor-mensaje-receptor. En este caso, nos servirá para clasificar los géneros desde tres perspectivas: el modo de producción de los mensajes, la intencionalidad del emisor y la segmentación de los destinatarios.
Según el modo de producción de los mensajes
Aquí aparecen los tres grandes géneros de la radiodifusión, en que habitualmente se ordenan los tipos de programas que transmitimos:
Gráfico1
Según la intención del emisor
Los objetivos de los productores dan lugar a un segundo ámbito de géneros:
Gráfico2
En esta casilla tendremos tantos géneros como intenciones queramos plantearnos. No son excluyentes, de manera que un mismo programa puede tener finalidades educativas y de entretenimiento. La finalidad publicitaria se relaciona, naturalmente, con el aspecto lucrativo de las cuñas o los espacios vendidos.
Según la segmentación de los destinatarios
Tomando en cuenta los públicos a los que prioritariamente se dirige un programa, podemos hablar de:
Gráfico3
Y tantos otros destinatarios y destinatarias que definimos como nuestro público objetivo, tomando en cuenta la edad, el sector social, el género, la lengua. Es el target de nuestro programa.
En estas tres casillas podemos clasificar prácticamente toda la producción radiofónica. Tomemos, por ejemplo, una cuña cantada para vender desinfectantes. En cuanto a su finalidad, pertenece al género publicitario. Según la modalidad del mensaje es musical (jingle). Y se dirige, principalmente, al público femenino. Un cuento puede pertenecer al género educativo por su finalidad, dramático por su elaboración e infantil por sus destinatarios. ¿Un noticiero agrícola? Educativo, periodístico y campesino. ¿Un hit parade? Entretenimiento, musical, juvenil. Y así, atendiendo a esta triple perspectiva, podemos ordenar nuestras producciones.
Ahora bien, no todo programa ha de entrar, por fuerza, en las tres llaves. ¿Dónde cabe el deporte? En cuanto a su producción, podemos ubicarlo como género periodístico (periodismo deportivo). Y en cuanto a su finalidad, como género de entretenimiento. Las competencias deportivas, sin embargo, no especifican destinatarios. Se dirigen a todo público. ¿Y los concursos? Su finalidad, generalmente, es también el entretenimiento. Unos pueden dirigirse a un público más juvenil y otros a sectores adultos. Pero los concursos no implican una modalidad de producción específica de la radio. Los mismos concursos se hacen en la escuela o en una reunión social. Un concurso de adivinanzas no es dramático, ni periodístico, ni musical.
No hay que buscarle cinco pies al gato. Hay mil cosas en la vida que pueden salir al aire y no por eso las tenemos que endosar a uno u otro género. No todo lo que se hace por radio puede catalogarse como formato radiofónico. Si un locutor lee unos versos en su revista, sería caprichoso hablar de género lírico o de formato poema. Simplemente, se trata de una poesía leída a través del micrófono. Los números de la lotería son números de lotería, se canten o no en la programación. Y si el párroco dice su misa por radio, podremos hablar de género religioso o evangelizador, tomando en cuenta la intención del emisor. Pero no necesitaremos forzar las cosas y hablar de formato eucarístico.

Los géneros se presienten

¿Quién no sabe que después de un efecto de telégrafo antiguo vienen los avances de noticias? ¿Quién no se predispone a llorar cuando suena un fondo musical triste bajo los reproches de la esposa sufrida o los llantos del huerfanito? Los géneros son casilleros de producción y son también modos de relación que establecen emisores y receptores. El público, durante años, se ha acostumbrado a una manera de oír radio, tiene una apreciación tradicional de los géneros. Una marcha militar, lamentablemente, sugiere el espacio informativo. Y un instrumental suave y meloso preludia el espacio para los enamorados. Una locución solemne se considera apropiada para las fiestas patrias y otra muy distinta se espera a la hora de narrar un partido de fútbol. El oyente siente y presiente qué tipo de comunicación van a establecer con él.
Estos hábitos de escucha pueden modificarse, por supuesto. Inclusive, muchas innovaciones se consiguen cruzando pautas clásicas de locución o aplicando el ritmo noticioso en un programa dramático. Pero no pueden hacerse estos quiebres de manera arbitraria o repentina, so pena de que el oyente no sepa si le hablan en broma o en serio, si se trata de algo verídico o ficcionado.
El 30 de octubre de 1938, vísperas de Halloween, el joven Orson Welles, desde un rascacielos de New York, puso en vilo a millones de personas transmitiendo en vivo y en directo la invasión de los marcianos.  ¿Cómo se logró este pánico colectivo? Presentando un género dramático como si fuera un formato informativo. Tal subversión de códigos, sin avisos ni experiencias previas, hizo que la gente tomara la ficción como realidad.
El caso contrario fue cuando la CNN, bajo la orden y censura del Departamento de Estado norteamericano, transmitió la Guerra del Golfo como si fuera una película de vaqueros. La gente comía pop corns delante del televisor y, al principio, seguía con entusiasmo las batallas. A nadie le conmovían los miles de muertos irakíes ni las bombas arrojadas sobre hospitales y en medio de la población civil. Era una guerra un poco lenta, con poca acción. Las de Rambo resultaban más emocionantes.
Cada género, entonces, crea sus hábitos. Cada formato radiofónico tiene sus leyes, sus pautas aceptadas por el público después de muchos años de experimentación. Como productores, tenemos que familiarizarnos con ellas si queremos entablar una comunicación fluida, sin ruidos, con nuestra audiencia. Pero la onda no es quedarse ahí, machacando siempre lo mismo. Porque los géneros se apoyan tanto en buenas costumbres como en pésimos estereotipos. Por ejemplo, en los programas infantiles ha prevalecido la ñoñería. ¿Nos conformaremos repitiendo el estilo de esos programas que más parecen dirigidos a retrasados mentales? En los noticieros no se suelen emplear voces femeninas. ¿Por qué? Alguien dijo que la credibilidad en una sociedad machista pasa por la autoridad que infunden las voces masculinas. ¿Será cierto? ¿Qué tal si experimentamos con una locutora y luego sondeamos la aceptación del público? Naturalmente, no hagamos la evaluación en los primeros días, cuando todavía está muy reciente el cambio. Dejemos correr el río si queremos pescar buenas opiniones en él.
Los programas culturales se han caracterizado por su formalismo. ¿Qué pasa si los dinamizamos? Los de entretenimiento, por su vaciedad. ¿Y si los combinamos con algo educativo? ¿Qué ocurre si utilizamos en el género periodístico los escenarios sonoros propios de los programas dramatizados? ¿Por qué no arriesgarnos a introducir ritmos latinos en los llamados espacios juveniles, monopolizados por el rock y la música norteamericana?
Los modos de relación que establecen los distintos géneros no son esquemas rígidos. Se pueden cambiar, se deben perfeccionar. Porque muchas veces llamamos hábito del oyente a lo que no es más que rutina del productor. Hay que inventar, aun a riesgo de meter la pata. La evolución de las especies se logró con mil ensayos y novecientos noventa y nueve errores de la naturaleza.

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Extractado del capitulo 5 del “Manual Urgente para Radialistas Apasionados” de Jose Ignacio Lopez Vigil, versión digital completa disponible en: http://www.radialistas.net/manual_urgente/ManualUrgenteRadialis

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